Hola a amig@s!
Después de unas semana sin tener noticias nuestras en este pequeño rincón, hoy por fin os contaremos como han sido nuestras ultimas semanas aquí. Este mes lo hemos aprovechado para conocer diferentes rincones de la gran ciudad de Casablanca y celebrar diferentes fiestas tradicionales, ya que si hay algo que no falta aquí, esas son las fiestas.
Por un lado, hace dos semanas recibimos la visita de Tania y Eva, dos antiguas voluntarias que vivieron aquí durante 10 meses con la familia Laitussi, al igual que nosotras. Su visita era muy esperada, ya que teníamos muchas ganas de conocerlas personalmente y compartir con ellas nuestras experiencias, que al fin y al cabo, ellas mejor que nadie pueden entender como estamos viviendo nosotras esta gran oportunidad que nos han dado. Desgraciadamente, su visita fue muy corta debido a los problemas que tuvieron con el transporte aéreo y llegaron más tarde de lo que esperamos. Solamente pudimos pasar con ellas medio día, pero fue suficiente para compartir con ellas nuestras experiencias aquí, sobre todo en lo que se refiere al trabajo en los diferentes colegios. Nos dieron algún que otro consejillo respecto al idioma árabe, ya que vemos que llevamos aquí casi dos meses y apenas dominamos el idioma, algo que nos ha empezado a agobiar un poquito. Además de contarles cómo iba nuestro trabajo en los diferentes colegios, pudimos compartir con ellas y la familia la hora del Te. En este ratito Tania Y Eva recordaron junto a la familia diferentes momentos vividos aquí, bailar a ritmo de música tradicional marroquí, sin olvidar las risas y los aplausos. Sin duda, su visita nos lleno de alegría y motivación para seguir trabajando y conociendo esta cultura.
Por otra parte, el día 1 de diciembre celebramos junto con todos los Países Islámicos la fiesta del Moharam, que da la bienvenida a un nuevo año, concretamente al año 1432 que aunque oficialmente no se siga este calendario, este día celebramos junto a la familia la típica comida de año nuevo.
Y de la fiesta del Moharam, hasta la fiesta de Zamzam, que hemos celebrado esta misma semana. Aunque más que celebrar podemos decir que hemos sufrido las consecuencias de esta fiesta. Porque ? Os preguntareis. Pues bien, antiguamente en Marruecos, durante la fiesta de Zamzam, la costumbre tradicional era que los hombres arrojaran a las mujeres un poco de agua como símbolo de amor y fertilidad, pero con el paso del tiempo esta tradición se ha transformado poco a poco en un “juego de niños” y no de tan niños. Por parte de la familia ya nos habían advertido que lo que antiguamente era un símbolo de amor, en la actualidad es más bien “una gran putada”. Pues bien, el jueves a eso de las 12 del mediodía, volviendo a casa después de nuestra jornada en la escuela, pudimos comprobar que las calles de nuestro querido barrio Sidi Bernussi se habían convertido en una autentica batalla campal. Grupos de niños y jóvenes se arrojaban unos a otros agua, jabón, huevos… y como nosotras pasamos tan desapercibidas por las calles de este barrio, sin quererlo ni beberlo, fuimos el blanco de muchos de esos grupos. Paseábamos “tranquilas” cuando de repente vimos que un grupo de 15 chavales venía directamente hacia nosotras con el claro objetivo de “ponernos finitas”. El caso es que acabamos empapadas de agua y con algún que otro huevo incrustado en nuestra cabeza. Pensábamos que después de este acto de “amor y fertilidad” que habían tenido con nosotras había sido suficiente. Pero que ilusas fuimos al pensar eso! Cuando de repente vimos que otro grupo de chavales nos miraba de reojo preguntándose “vamos a por ellas?” Esta vez tuvimos la magnífica idea de contar hasta tres y empezar a correr, pero nuestro “gran” estado físico solo nos permitió recorrer unos metros y enseguida fuimos atrapadas por esa panda de "cerdos"!!
Por fin llegamos a casa!! “finitas” de agua y huevo por todas partes y después de reinos de nuestro estado físico, nos pudimos dar una merecida ducha. Como veis, un día para no olvidar, pero claro está que lo mejor que pudimos hacer es tomárnoslo con humor y como un símbolo de amor…
Para terminar, recordaros que nos quedan muy poquitos días para reencontrarnos con todos vosotros y con nuestra tierra. Esta próxima semana volamos a nuestros queridos y tan añorados pueblos Roses y Eibar, asique esperemos que estéis ahí para recibirnos con las manos abiertas!
Hasta pronto amig@s!!!
domingo, 19 de diciembre de 2010
miércoles, 1 de diciembre de 2010
WAHA? WAHAMENTE!!!
Desde que aterrizamos en Marruecos, había un lugar que queríamos conocer: La aldea de Chaouen. Esta se encuentra al norte de Marruecos a unos 600 metros de altitud. Acceder a ella por medio de transporte público nos es fácil, ya que son pocos los autobuses que llegan hasta allí. Pero nosotras tuvimos la suerte de poder viajar junto a un grupo de amigos, entre ellos se encontraba Adil, un viejo amigo de la familia. La idea nos hizo tanta ilusión que enseguida comenzamos a preparar nuestras mochilas para poner rumbo a este lugar.
Ese día toco madrugar! A las 5 de la mañana sonó nuestro despertador. Rápidamente nos preparamos y hacia las 5 y media un tok-tok en la puerta nos decía que ya era la hora de partir. Ilusionadas aunque algo dormidas, las primeras horas en el coche fueron intercaladas entre siestas, canciones, aplausos… Hacia las 9 de la mañana hicimos paradita para llenar nuestras barrigas que se estaban en ayunas. Después de saborear unas deliciosas tostadas con nocilla, seguimos de camino a Chauen. Hasta que llegó la hora de comer…
Un tranquilo paisaje nos esperaba para pasar las horas del mediodía. Por fin pudimos respirar aire fresco y limpio! Mientras nosotras nos dedicamos a descansar, nuestros compañeros prepararon el que se supone que seria un delicioso Tajin, un plato típico marroquí, el cual se puede cocinar de mil maneras diferentes. El nuestro estaría compuesto por mutón (para no variar), manzana, tomate, cebolla… El problema fue que este mutón no contaba con la calidad alimenticia de Paco, nuestro Paco. Apenas tenia carne para saborear, asique nos tuvimos que alimentar a base de pan, el cual nos lo regalo una amable familia que vivía alrededor del lugar donde nos encontrábamos.
Pocos kilómetros nos separaban a Chaouen desde el lugar donde nos encontrábamos. Poquito a poco, las casas blancas y azules, rodeadas de dos grandes montañas, nos hacían saber que tras 5 horas de viaje habíamos llegado a este precioso pueblo donde pasaríamos un bonito fin de semana.
Nada más llegar, nos dirigimos al hotel. Nuestros compañeros ya habían estado antes, por lo tanto no teníamos la molestia de tener que encontrar un lugar donde pasar la noche, ya que Erik, uno de los amigos conocía muy bien el lugar. Con las mochilas a cuestas, nos fuimos adentrando en las callejuelas de esta mágica aldea, hasta llegar al hotel Armony! Y nunca mejor dicho! Las vistas desde la terraza de este lugar te hacían sentir relajado. Muy relajado..
Después de pasear por las callejuelas de este pueblo, vivimos una nueva experiencia: la de cenar a las seis de la tarde. Nuestros compañeros estaban muy hambrientos y tuvieron la magnífica idea de cenar a esta hora, algo que a nosotras se nos hizo muy extraño. El restaurante en el que cenamos era muy acogedor, sobre todo el rinconcito que nosotros escogimos. Alumbrados solamente por una vela pasamos gran parte de la tarde –noche en aquel lugar charlando, riendo, comiendo… Una bonita y agradable velada!
Pronto nos retiramos hacia el hotel, ya que el cansancio del viaje era evidente. Una vez en la terracita del hotel Armony, pudimos despedir el dia tranquilamente mirando hacia las estrellas de Chaouen…
El sábado, después de haber pasado una noche un poquito fría, pudimos pasear y pasear por las callejuelas del pueblo, aparentemente pequeño. Por sus calles blancas y azules, sus artesanos alegran las calles. Sientes la sensación de dar marcha atrás en el tiempo; sus gentes y su estilo de vida te enseñan que aun viviendo en el siglo 21, todavía se puede vivir alejado de las nuevas tecnologías, viviendo y disfrutando de la artesanía.
Ya por la tarde, decidimos visitar la mezquita del pueblo. Esta se encuentra en lo alto de una colina, lo que te facilita unas excelentes vistas sobre esta pequeña ciudad. Nuestra pena fue que la lluvia y la niebla nos impidieron ver esas magnificas panorámicas. Después de caminar montaña arriba y montaña abajo, entre algún que otro tropezón, se nos hecho rápidamente la noche encima y llego la hora de volver al pueblo.
Nuestra idea era volver al hotel, pero una persona muy especial se cruzo en nuestros caminos: Mohasin. Pintor, artista y amable conversador. Tuvimos la suerte de poder compartir sus coloridos cuadros, habiendo detrás de cada uno una pequeña visión del mundo. Con él, pudimos intercambiar experiencias, ideas, visiones… Y nos enseñó que se puede conocer culturas del mundo sin tener que viajar miles de kilómetros, ya que su interacción con los diferentes visitantes de otros países le ha permitido conocer y viajar por todo el mundo a través de estos.
El domingo, llego la hora de volver a casa, a nuestro querido Sidi Bernussi. Pero antes teníamos que hacer diferentes paradas para ir dejando a nuestros amigos. La primera fue Tanger. Desde esta, tuvimos la oportunidad de ver a tan solo catorce kilómetros, separadas únicamente por el mar, nuestras tierras. Tan cercanas y tan lejanas al mismo tiempo…
Después de almorzar el Tanger, nos dirigimos a Rabat, donde Saad se despediría de nosotros.
Tras largas horas de viaje, por fin llegamos a casita, algo agotadas pero con ganas de seguir entonando aquel… ALE ALE!!! que nos acompañó en todo el viaje.
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