Después de cinco largas horas por las carreteras del terror, en un cochecito de juguete y metidas como en una lata de sardinas, llegamos por fin a Marrakech!
Solamente llegar, nos dirigimos hacía la gran plaza típica y única, donde pudimos contemplar el ambiente callejero característico de Marruecos al esconderse el sol, mezclado con un sinfín de melodías donde el jambei predomina por encima de todos los otros instrumentos que suenan. Poco a poco, al sumergirnos en esta gran plaza, nos hipnotizan la cantidad de espectáculos que se nos presentan, desde hombres que sacan pelotas de pin-pon una tras otra por la boca; mujeres que se abalanzan contra ti para que te hagas la henna en las manos; hombres que danzan alegremente músicas lejanas; grupitos de gente que se cierran en circulo para escuchar leyendas; camareros que te atosigan con su labia hasta conseguir llevarte a su chiringuito para cenar; personas que piden limosna; juegos adictivos, como el de las botellas, el cual consiste acertar, con una especie de caña y como anzuelo un rosco de papel, dentro del tapón de la botella; hasta encantadores de serpientes los cuales cantan y danzan al son del movimiento “zizeante” de éstas, formando así una gran expectación.
Después de contemplar el gran circo que nos rodeaba, echada ya la noche, llegó la hora de descansar. Por suerte, Jadijha tiene familiares en la propia ciudad, con lo cual, nos dirigimos hacía la casa de éstos, sin saber la gran sorpresa que nos esperaba… Tras perdernos una y otra vez por las calles de Marrakech y cometer varias infracciones al volante, algo a la vez normal en este país, la espera mereció la pena. Un especie de palacio nos dio la bienvenida y nos acogió para pasar la noche. El salón donde pudimos dormir nos transportó a las mil y una historias de oriente, donde se ambientaron protagonistas como Zarashard, Aladín, Alibabá…Por la mañana, una cálida luz nos acariciaba y nos dio los buenos días. Y un desayuno de reyes nos esperaba en la terracita de la mansión. Nos esperaba un día duro, así que cogimos fuerzas comiendo hasta reventar, crepes con chocolate, pastelitos, tostadas con un sinfín de salsas para untar…
Hacía las doce, un taxi nos dejó en la entrada de la misma plaza dónde la tarde anterior su magia nos cautivó. De día, parecía otra, ya no estaban los chiringuitos de comida, ni las diversas melodías, ni los hombres que danzaban ni…en cambio, un montón de turistas invadían el gran espacio de ésta plaza. A lo lejos, diversos objetos y miles de colores nos atraían hacía ellos. Estábamos delante de la gran medina, donde una vez dentro, nos perdimos en un enorme laberinto hecho de tiendecillas de todo tipo. Después de un largo viaje por éstas callejuelas por momentos agobiantes y por momentos joviales, salimos satisfactoriamente con nuestro bolsito y mochila de cuero, que tanto nos costó regatear. Sin darnos cuenta, ya entrada la tarde, salimos del enorme laberinto colorido, con lo cual, nos dispusimos a buscar un restaurante donde saciar nuestro apetito.
Después de almorzar, con la compañía de una bonita y agradable tarde, tuvimos la suerte de pasear por los alrededores de la mezquita Koutoubia, donde pasamos divertidos momentos, que inmortalizamos en nuestras cámaras fotografías. Más adelante, hicimos una paradita para tomar un cafecito. Lo que se suponía que iba a ser un pequeño descanso, se alargó debido a las múltiples conversaciones.
Un día más, tuvimos la suerte de poder pasar la noche de nuevo en la mansión de nuestros sueños…Al día siguiente, otro gran desayuno nos esperaba y un largo viaje de regreso también.
Una vez recogido todo, pusimos rumbo hacia Casablanca de nuevo. El viaje transcurría alegremente gracias a los colores del paisaje hasta que pasó lo inevitable; en uno de los bruscos frenazos, otro coche nos golpeó por detrás, chafando la parte trasera de nuestro viejo vehículo. En este momento fue cuando pudimos contemplar el funcionamiento de los accidentes de tráfico. Lo que diferencia esto de allí, es que aquí, no hay intermediarios, ni papeles, ni seguros … Lo que nuestro padre hizo es lo que se estila en estos casos, un “parte amistoso” el cual consiste en llegar a un acuerdo económico entre las dos partes, para así evitar la burocracia de la policía. Nuestro caso, finaliza con un amigable estrechamiento de manos, cerrando así la negociación en “nus-nus” (50 %)
Finalmente, llegamos sanas y salvas a nuestro hogar … DULCE HOGAR!!
q envidia!
ResponderEliminarMenudo susto no??? Todo no podía salir tan bien...jaja
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