jueves, 24 de febrero de 2011

... Al Desierto!

Estamos en el desierto!

Después de dejar atrás las altas montañas del Alto Atlas poco a poco el paisaje pasaba de ser una explosión de colores y formas a convertirse en arena. Sólo arena.

Quién no ha imaginado alguna vez en pasar una noche en el desierto?

Después de deshacernos de nuestras mochilas en la furgoneta y coger las cosas básica para pasar la noche en el desierto (ropa de abrigo y agua) montamos en los tan esperados dromedarios que nos llevarían hasta nuestro campamento. Aunque antes de partir hacia él, la familia que vivía en el albergue nos dio la bienvenida con un té bien caliente para contrastar el calor del desierto. Aquí conocimos a nuestro nómada bereber que nos acompañaría y enseñaría los secretos del desierto, Ismael.

Subirnos en el dromedario fue un momento lleno de risas y nervios! Y porque no decirl de miedo también. Subidas ya en él, recorrimos durante 40 minutos uno de los paseos más especiales. No fue hasta el cabo de un cuarto de hora que nuestros cuerpos se adaptaron a los movimientos y balanceos del dromedario sobre la arena irregular de las dunas de Merzouga.

Por fin llegamos al campamento donde pasaríamos una de las noches más especiales de nuestras vidas. Nada más poner los pies en la arena del desierto corrimos hacia las grandes dunas que había alrededor de nuestra haimma para ver la puesta del sol. Aunque llegamos tarde, el camino no fue en balde, ya que los colores y las vistas desde arriba de la duna eran indescriptibles.

De un segundo a otro la noche se nos echo encima. Solo eran las 7 de la tarde y era totalmente de noche. Asique pronto llego la hora de cenar.

Después de conocer a los 3 hombres bereberes que vivían en este lugar, cenamos un tajín de verduras delicioso. Aunque uno de los momentos mas divertidos vino después de la cena, cuando llego la hora de la música.
La familia de bereberes nos abrió las puertas a su estilo de vida, mediante los cantos y notas del Karbebs y tan-tan.

Acto seguido, llego la hora de nuestro debut. Nos ofrecieron participar en ese pequeño espectáculo, pidiéndonos tocar una canción en nuestra lengua al sonido del tan-tan.

Al terminar de compartir estos alegres momentos, Ismael nos invito a subir a lo que según él, era la duna más alta de todo África. Aunque ¡lo suyo nos costó! Meter un pie en la arena era como retroceder 4 veces para atrás. Esta fueron sus palabras: es más fácil subirlas de noche, así no veréis lo alta que es!  Después de repetirnos diez veces que ya quedaba poquito, por fin llegamos al final, y la verdad es que mereció mucho la pena. ¡Y tanto que mereció!

Tumbados y tapados con una gran manta para recogernos del frio, contemplamos uno de los cielos más bonitos de nuestras vidas. Nos hubiéramos pasado horas y horas mirando ese cielo limpio de estrellas. Cabría alguna estrella más?

Durante la noche, bajo el cielo pintado de estrellas se dio la oportunidad para conocernos mejor compartiendo experiencias, anécdotas, canciones, idiomas…
Pasamos una noche fría, muy fría y a la mañana siguiente nuestras narices parecían más las de un muñeco de nieve. Pero pronto salió el Sol. Un sol espectacular, que nos regalo impresionantes fotografías. Subidas otra vez en nuestros dromedarios, contemplamos la salida del sol más espectacular que nunca hemos visto.

Ya en el albergue, después de desayunar, llego el momento de las despedidas. Nosotras volvíamos a la civilización, pero ellos seguían allí. Rodeados de arena. Solo arena. Esa arena anaranjada peculiar que la hace única y que no pudimos resistir la tentación de irnos sin un poquito de ésta.

Ya embarcados en nuestra furgoneta, con un cruce de miradas y sonrisas de complicidad con nuestro bereber, nos dirigimos hasta lo que sería el final de nuestro gran viaje. Dejando atrás un sinfín de sensaciones y vivencias, y como no, la arena del desierto…

jueves, 17 de febrero de 2011

Del Alto Atlas...

Después de visitar Marrakech y Essaouira, nuestro próximo destino fue el desierto de Merzuga. Pero para llegar a él, tuvimos que atravesar las impactantes montañas del Alto Atlas, las cuales en muchos momentos nos dejaron sin aliento. Quizás uno de los paisajes más bonitos que hemos visto en nuestras vidas.

Eran las 7 de la mañana, cuando acompañadas de otro grupo de turistas, comenzamos a viajar en una mini furgoneta blanca. Poco a poco, dejando a tras las solitarias calles de Marrakech, enseguida conocimos paisajes realmente bonitos, llenos de contrastes de colores.

Bienvenidos a las puertas del Alto Atlas!

El Atlas es un sistema montañoso que recorre  a lo largo de 2400 kilómetros, el noroeste de África, desde Túnez, por Argelia, llegando hasta Marruecos.

Por la carretera de Tizi-n-Tichka, que era la que nos llevaría hasta Ouarzazate, contemplamos el amanecer. El sol y la lluvia formaron un arcoíris difícil de imaginar, hasta el punto de que nuestras cámaras fotográficas no podían reflejar lo que nuestros ojos estaban viendo.

Después de unas horas, pudimos tomar por fin un café calentito, ya que la fresca temperatura nos lo pedía a gritos. Hicimos una breve parada en uno de los pueblos de la montaña. Desde aquí, pudimos conocer a la población del Alto Atlas, la cual la gran mayoría es berebere y se dedica al negocio de la artesanía y minerales.

Una sucesión de curvas interminables, nos llevo hasta el punto más alto, a unos 2.300 metros de altitud. Quién nos iba a decir, que para llegar al desierto tuviésemos que llegar hasta este punto.

Más al sur de Marrakech, una vez superado el Atlas, visitamos una de las Kasbahs mejor conservadas. La primera Kasbah destacable antes de Ouarzazate es la de Ait Benhaddou, que es Patrimonio de la Humanidad y se han filmado películas como  Gladiator. Después de callejear por sus rincones más escondidos, ya subidas en la mini furgo, pusimos rumbo al escondido lugar donde pasaríamos una fresca noche.

La luz del atardecer nos regaló imágenes aun más bonitas de  los colores rojizos y anaranjados que nos acompañaron durante todo el viaje.  Antes de descansar en el remoto hotelito, el cual se encontraba entre, lo que hasta el momento nos parecieron, grandes gargantas, desde lo alto, pudimos observar una imagen que pocas veces se repite, como es la homogeneidad del medio natural y las construcciones del ser humano, como son las carreteras de asfalto, conservando su encanto y regalando una imagen peculiar.  

Después de pasar una agradable pero fría noche en el hotel, que para nosotras hasta ahora ha sido el más lujoso en el que hemos dormido, viajamos hasta las impresionantes gargantas de Todra. Con más de 100 metros de altitud, cualquiera que se acerque y se adentre entre éstas, se sentirá como una hormiguita. Con lo cual, para poder observar su gran magnitud, al final acabas con dolor de cuello al intentar captar su fin.

Después de éstas impresionantes gargantas, ya pensábamos que pocas cosas nos podían impactar más, pero estábamos equivocadas.  Pronto lo averiguaríamos.

Cerradas las puertas del Atlas, se abrieron las puertas del desierto…




lunes, 7 de febrero de 2011

Tamara et Irati sont Maroccainnes!


Y de la agobiante Marrakech a la tranquila Essaouira… hasta que apareció un hombre de blanco!


Después de las 3 horas en autobús que separaban Marrakech de Essaouira, las cuales sirvieron para intercambiar historias y anécdotas, aunque algunas se durmieran por el camino… Por fin llegamos a la estación de esta ciudad portuaria Marroquí. Nada mas bajarnos del autobús una manada de guías “falsos” se abalanzo sobre nosotras con el claro objetivo de llevarnos a sus hospedajes. Pero había uno en especial que se involucró más de la cuenta,  hasta que decidimos responderle con un rotundo LA! (no en árabe) y un gesto de “vete de aquí ya”. Este hombre vestido de blanco, no se lo tomo muy bien y decidió amenazarnos con un: os tendré vigiladas todo el viaje!!!

En un principio, nos tomamos a risa su amenaza, hasta que nos dimos cuenta que realmente nos estaba siguiendo  Nuestra principal tarea era encontrar un alojamiento barato para pasar un par de días en este lugar, pero decidimos abortarla por miedo a que el hombre de blanco nos tuviera localizadas! Realmente teníamos miedo!

Así que, decidimos llenar nuestros estómagos con unas pizzas marrokinas. El almuerzo fue tranquilo, aunque sin olvidar “al de blanco”. Todo parecía haberse calmado hasta que de repente… TA-TXAN! EL DE BLANCO !  Y una vez más, nos amenazó con un gesto de: os tengo vigiladas ! Más acojonadas todavía, sin andar ni 100 metros, nos metimos en el primer hostal que encontramos y la verdad es que nos salió muy baratito: 50 dirhams la noche (5  antiguos euros) aunque nuestras espaldas sufrieran varias cuchilladas durante la noche debido a los viejos muelles de las camas.

Después de dejar nuestras maletas salimos a pasear por las calles de Essaouria sin un rumbo fijo.  Poco a poco fuimos conociendo los encantos de este lugar. Primero fue su puerto, lleno de gaviotas y con un olor a pescado propio de un lugar así. Más tarde fueron sus murallas, en las cuales el viento retumbaba con fuerza. Pero sin duda, el encanto de este lugar es su antigua medina, la cual esta declarada por la Unesco, Patrimonio de la Humanidad desde 2001. En ella, conocimos los rincones más solitarios, pero a la vez más especiales. Charlamos con los diferentes artesanos  de la zona, los cuales la gran mayoría eran bereberes y muy amables, hicimos alguna que otra compra y paseamos, paseamos y paseamos…

Ya entrada la noche, y dejando el embutido a un lado, decidimos comer con fundamento. Por ellos fuimos a un restaurante en el cual nos trataron como reinas. La comida voló, el ambiente era tranquilo, nos pusieron música de la buena y además pudimos terminar la velada con unas cervecitas… Que más se puede pedir?

Sin duda, la estancia en Essaouira estuvo marcada por el “hombre de blanco” ya que consiguió que no nos olvidáramos de él en todo el viaje, hasta el punto de imaginárnoslo subiendo por la ventana de nuestra habitación. Realmente tener ese pequeño encuentro distendido con él, dio lugar a muchos momentos de risa.

Aunque especialmente, el viaje no hubiera sido el mismo sin la presencia de titi Irati y Tamara, ya que su visita nos ha regalado muchos momentos buenos. Muchos!!!

Esperemos que para vosotras haya sido un viaje especial, ya que ha estado cargado de anécdotas para no olvidar y que además os haya servido para conocer un poquito la cultura marroquí, tanto su lado negativo como el positivo!

Solo deciros una cosa: ya podéis ir a La Concha y gritar a los cuatro vientos: 
JE SUIS MOROCCANNE!

ESKERRIK ASKO!

miércoles, 2 de febrero de 2011

UN NUEVO HOMBRE EN NUESTRAS VIDAS: EL PINGAS!

Por fin llegaron las deseadas vacaciones! Y con ellas la llegada de dos buenas amigas del País Vasco: Tamara e Irati. Después de irlas a buscar al aeropuerto con los brazos abiertos y adentrarlas un poquito en lo que es nuestra vida diaria en el barrio, la casa y la familia, cogimos un tren rumbo a  Marrakech, el que sería nuestro primer destino del viaje. Después de esperar media hora al retrasado tren, nos metimos en él como sardinas en latas. Durante el viaje de 4 horas, tuvimos tiempo para charlas de cómo iban las cosas por aquí y por alli…

Nuestro principal objetivo era que tanto Tamara como Irati se convirtieran en estos 5 días en unas auténticas mujeres marroquís, para que así pudieran decir eso de: je suis maroccan!  Veremos si lo consiguieron…

Nada más llegar a la estación de tren de Marrakech una masa de taxistas quería ofrecernos sus servicios, y aunque separadas en dos taxis, porque aquí solamente pueden viajar 3 personas en cada uno, nos volvimos a reunir en la típica plaza Jemaa-el-Fna. Nuestro próximo objetivo era encontrar el hostal, una tarea en principio fácil pero que al final resulto ser una auténtica odisea…

Hora: 10 de la noche.

Lugar: Medina de Marrakech.

Protagonistas: Dos “marrokinas” y otras dos en proceso de serlo…

Nada mas adentrarnos en la medina, comenzamos a preguntar a las personas o más bien hombres que había por la zona, donde se encontraba nuestro hostal. Para arriba! Para abajo!  Vuelve  para arriba! A la izquierda! No a la derecha! metete por este callejón! No por el otro!  Mas perdidas que un pulpo en un garaje y con una manifestación de chavales detrás  intentado guiarnos o más bien “DES- guiarnos”, en medio de tanto hombre apareció nuestro salvador: EL PINGAS!!!  Engominado hasta los pelos del sobaco, con un traje rayado que más quisiera el president de la generalitat Valenciana Francisco Camps y con un pinganillo, apareció el que sería el recepcionista más profesional de todos los tiempos. En principio no nos fiamos de él, ya que las pintas con las que se nos presento y la multitud de gente que nos llevaba de aquí para allí, no eran del todo fiables, pero finalmente resulto ser nuestro salvador y con su ayuda y acompañadas de una tropa de chavales, por fin llegamos a la recepción de nuestro hostal, que mas bien parecía un puti-club, ya que el callejón donde se encontraba, las luces navideñas que alumbraban sus puertas, y los alegres colores de las habitaciones no nos hubieran hecho ver que en aquel sitio pasaríamos la noche. Pero así fue, y lo que en principio pintaba mal, se convirtió en un rincón lleno de buenos momentos.

Ya por la mañana, y sin poder olvidar el espectáculo de la noche anterior, enseñamos a Tamara e Irati las callejuelas de la motorizada medina de Marrakech. Regalito por aquí, regateo por allá… Irati y Tamara iban aprendiendo algunas técnicas y palabras claves para negociar con los vendedores. Con lo cual poco a poco nuestro objetivo se iba cumpliendo.

Ya a la tarde, nuestros estómagos nos pedían alimentos y como buenas mujeres ibéricas, nos sentamos en mitad de una placita y abrimos nuestros embutidos. Qué bien nos sentó ese choricito, ese jamoncito, ese salchichón y ese quesito que nos trajeron nuestras amigas! Gracias! Lo necesitábamos!

Después de comer, nos adentramos una vez más en la medina para visitar la Madraza Ben-Youssef, una antigua escuela coránica y el museo de Marrakech. Después de dar mil vueltas para lograr salir de la medina, fuimos a visitar la mezquita Koutobia, y por sus alrededores aprovechamos para sacarnos divertidas fotos y dar un poco el cante…

Para terminar el día, no pudimos irnos de Marrakech sin que Tamara e Irati cenaran en los típicos puestos de la plaza. Después de esto nos dirigimos a nuestro súper puti-pinga-hostal. Y quien estaba allí esperándonos con una seductora voz? No podía ser otro que el pingas!  Y como no podía ser de otra manera, al seductor tono de lailasaida! (buena noches en árabe) se despidió de nosotras.

El día siguiente pusimos rumbo a Essaouria, un pueblecito costero que nos esperaba a 3 horas de Marrakech. Aunque no sólo nos esperaba el pueblo… también nos esperaba un hombre vestido de blanco…

CONTINUARA…