Después de visitar Marrakech y Essaouira, nuestro próximo destino fue el desierto de Merzuga. Pero para llegar a él, tuvimos que atravesar las impactantes montañas del Alto Atlas, las cuales en muchos momentos nos dejaron sin aliento. Quizás uno de los paisajes más bonitos que hemos visto en nuestras vidas.
Eran las 7 de la mañana, cuando acompañadas de otro grupo de turistas, comenzamos a viajar en una mini furgoneta blanca. Poco a poco, dejando a tras las solitarias calles de Marrakech, enseguida conocimos paisajes realmente bonitos, llenos de contrastes de colores.
Bienvenidos a las puertas del Alto Atlas!
El Atlas es un sistema montañoso que recorre a lo largo de 2400 kilómetros, el noroeste de África, desde Túnez, por Argelia, llegando hasta Marruecos.
Por la carretera de Tizi-n-Tichka, que era la que nos llevaría hasta Ouarzazate, contemplamos el amanecer. El sol y la lluvia formaron un arcoíris difícil de imaginar, hasta el punto de que nuestras cámaras fotográficas no podían reflejar lo que nuestros ojos estaban viendo.
Después de unas horas, pudimos tomar por fin un café calentito, ya que la fresca temperatura nos lo pedía a gritos. Hicimos una breve parada en uno de los pueblos de la montaña. Desde aquí, pudimos conocer a la población del Alto Atlas, la cual la gran mayoría es berebere y se dedica al negocio de la artesanía y minerales.
Una sucesión de curvas interminables, nos llevo hasta el punto más alto, a unos 2.300 metros de altitud. Quién nos iba a decir, que para llegar al desierto tuviésemos que llegar hasta este punto.
Más al sur de Marrakech, una vez superado el Atlas, visitamos una de las Kasbahs mejor conservadas. La primera Kasbah destacable antes de Ouarzazate es la de Ait Benhaddou, que es Patrimonio de la Humanidad y se han filmado películas como Gladiator. Después de callejear por sus rincones más escondidos, ya subidas en la mini furgo, pusimos rumbo al escondido lugar donde pasaríamos una fresca noche.
La luz del atardecer nos regaló imágenes aun más bonitas de los colores rojizos y anaranjados que nos acompañaron durante todo el viaje. Antes de descansar en el remoto hotelito, el cual se encontraba entre, lo que hasta el momento nos parecieron, grandes gargantas, desde lo alto, pudimos observar una imagen que pocas veces se repite, como es la homogeneidad del medio natural y las construcciones del ser humano, como son las carreteras de asfalto, conservando su encanto y regalando una imagen peculiar.
Después de pasar una agradable pero fría noche en el hotel, que para nosotras hasta ahora ha sido el más lujoso en el que hemos dormido, viajamos hasta las impresionantes gargantas de Todra. Con más de 100 metros de altitud, cualquiera que se acerque y se adentre entre éstas, se sentirá como una hormiguita. Con lo cual, para poder observar su gran magnitud, al final acabas con dolor de cuello al intentar captar su fin.
Después de éstas impresionantes gargantas, ya pensábamos que pocas cosas nos podían impactar más, pero estábamos equivocadas. Pronto lo averiguaríamos.
Cerradas las puertas del Atlas, se abrieron las puertas del desierto…
solo de imaginármelo...me encanta!!!
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